martes, 27 de enero de 2009

el deseo y la isla (no. 32)


una novela de amor es la verbalización
de un discurso que hubiera debido formularse
en otro espacio y sin palabras

el miedo de perder a eurídice
julieta campos

y sin embargo se escriben tantas novelas de amor
la de julieta campos
el miedo de perder a eurídice
no es una novela de amor
es más bien una isla
la isla-deseo siempre eterna

siempre solitaria
isla: soledad temible como la que se siente cuando algo, no siempre monstruoso, sugiere otra proximidad inquietante
la isla es también el deseo manifiesto en la imposibiliad del otro
de lo otro
es un varar permanente de vaivenes que no terminan de ser porque no llevan a ningún sitio
como sabemos también el deseo engendra el relato
y este relato es el de una voz que se desdobla para mirar a una (o varias) multiplicidad de sitios donde, de alguna manera, sucede una historia de amor:
un hombre dibuja una isla en una servilleta en blanco
una pareja se reúne en un lugar a beber cocteles fríos
alguien escribe un diario
julieta campos reescribe los fragmentos donde otros han hablado igualmente sobre las islas

en el principio fue el deseo.
el deseo engendró al verbo,
que engendró a la pareja,
que engendró a la isla

nos recuerda esa persona obstinada en contar una historia de amor
una historia que nunca llega pero que se va articulando conforme regresan a la memoria los mitos y leyendas de todo un mundo de historias de deseo/islas/amores

Yo he dicho que me propongo contar una historia. que esa historia será una historia de amor y, en consecuencia, la historia de un sueño. prosigo: soñar es remontar, hacia los orígenes, el curso de un río. o hacer el viaje al centro de la tierra. o buscar minotauros en laberintos acuáticos. pero dicen que uno acaba por matar aquello que ama y quizá teseo amó al minotauro. sea como sea, la pareja segrega su espacio imaginario. las parejas se encuentran en los parques por las mismas razones que tienen los asesinos para volver al lugar del crimen: vuelven a la réplica del paraíso que están condenados a perder.

la isla es el sitio y el ser de la ausencia perpetua
deseamos lo que miramos todos los días
lo que nunca terminamos de poseer
aunque empeñemos todo nuestro yo en soportar la espera
en sobrevivir a ella
es monótona la vida. hay que inventarse pequeños juegos
y los pequeños mejores juegos para sobrevivir a la espera
son los que se traducen en palabras
aunque éstas no puedan decir nuestro deseo

todo lo que ocurre, ocurre durante esa espera, que es el punto donde la escritura interfiere entre la fantasía y la realidad [...] el tiempo de una espera es el tiempo de un sueño. grandes masas de plumas blancas reposan en las piedras, a la orilla del lago

el tiempo de la espera recuerda entonces la persistencia del encuentro amoroso mítico
donde todo es igual, lo mismo y siempre distinto
donde
lo más extraño de todo es la sensación de traer arrastrando entre los pies el cadáver de un día escuálido, pero recalcitrante, renuente a recibir sepultura

donde la pareja se encuentra en una idea del deseo

cada cuerpo es el espejo, devuelto por la otra mirada, de una noche universal

del amor que al ser desaparece
en el silencio devorador de lo ausente
dos eres: uno me soñó, el otro me olvida
te escribo tanto silencio que me has dejado

los enamorados sólo se aman porque se inventan y se inventan porque necesitan deseperadamente amarse. nadie se enamora de nadie. todos se enamoran del amor

no te acuerdes demasiado de nada [...] aprende a ejercitar el olvido, es tan sólo el revés de la memoria. no hay que temerle. entrégate al olvido como te has entregado a mí: apasionadamente

todo es un invento, todo una escritura, todo un juego para entretenernos
para nombrar al deseo con los nombres de la historia
de los deseos anteriores
de los sueños-islas

y yo escribo como si soñara. o sueño como si escribiera [...] la historia de amor es un sueño que me escribe. hay un lago, una isla, una pareja y unos naúfragos que se cuelan en el sueño con naturalidad sin parecer intrusos, porque la coherencia de los sueños le debe poco a la lógica diurna

la historia de amor que no se escribe en el miedo de perder a eurídice
es siempre la misma
la que siempre se ha dicho y escrito

porque éste no es el fin sino el principio. alguien debe haberlo dicho ya, por supuesto, pero si es así no me importa repetirlo. después de todo lo que se dice es siempre otra cosa y es lo mismo y todos escribimos un libro idéntico.

todo inicio es idéntico a cualquier final
cuando el deseo permanece
cuando lo anhelado nunca llega
cuando la condena y el paraíso habitan en los límites de la mirada
y cuando de nuestra mirada depende perder o no a eurídice

"estamos aislados de todo y somos todo" dicen, pero no dicen nada, porque se han mirado con efusión y tristeza como sucede cuando la felicidad podría, de durar demasiado, volverse intolerable.
el tiempo de la mirada es el paraíso: efímera eternidad de un instante

citas tomadas de el miedo de perder a eurídice de julieta campos, méxico: joaquí mortiz, 1987
imagen: orfeo en los infiernos de brueghel

miércoles, 14 de enero de 2009

los que se quedan (no. 31)


para la niña y el gato de mirada vacía de tiempo

la niña duerme atrapada entre los libros.
quién vendrá a desatar sus pequeños demonios.
quién vendrá a defenderla un día cuando
apague el cigarro y la despierte,
acabando de una vez con este sueño.
breve sueño.
la niña duerme, al menos, mientras la dibuje.


la niña también escribe
escribe mientras recuerda
escribe para no olvidar
luego crece y escribe para pensar mejor
para no dejar que la memoria se le vuelva un punto pequeño/pesado y frío en el cielo de La Habana


todos se van
de wendy guerra


recoge las palabras escritas en un diario de infancia y un diario de adolescencia


donde cada recuerdo se amolda para formar una pieza perfecta, pero borrosa, de esa imagen del tiempo que transcurre en la vida de Nieve
de todos los años que ella pasa mirando cómo todos se van de la isla
y cómo ella permanece cada vez, eternamente


la ironía de llamarse Nieve en un país como Cuba
las canciones, libros, poemas, encuentros y desencuentros
las guerras, latidos, lluvias, visiones y muertes
las ausencias de cada día
la llegada de una nueva esperanza y su pronto ocaso
se van conjugando en palabras breves
en las imaginerías de una niña que mira y entiende
y, después, en la precoz acritud de quien es obligado a mirar y no comprende lo que mira


lo que pasa en estos diarios es la vida
quizás por eso lo más conveniente es decir que no pasa nada porque todo pasa


yo, me quedo con los recuerdos
con las canciones
con la idea de una isla que siempre es deseo y espera
y con el poema de cummings:


algún lugar en el que nunca estuve,
gustosamente más allá de cualquier experiencia,
tus ojos tienen su silencio:
en tu gesto más leve hay cosas que me contienen,
y que no puedo tocar de tan cerca que me encuentro.


y aunque me cierre como una mano
tu mirada fugaz me soltará sin esfuerzo,
siempre me abrirás pétalo a pétalo
como el misterio de la primavera abre su primera rosa.
y si tu deseo fuera a cerrarme
mi vida y yo nos cerraremos repentinamente
como cuando el corazón de esta flor imagina
la delicadeza de la nieve cayendo en todas partes;
nada que percibamos en este mundo
iguala la fuerza de tu fragilidad:
cuya textura me apremia con el color de sus países,
esparciendo muerte y eternidad en cada latido.


(no sé qué hay en ti que se cierra y se abre;
sólo una parte de mí acepta
que la voz de tus ojos es más profunda que las rosas)
nadie, ni siquiera la lluvia, tiene manos tan pequeñas.


Guerra, Wendy, Todos se van. Barcelona: Bruguera: 2006

jueves, 1 de enero de 2009

¿hacia el país de las últimas cosas? (no. 30)


a veces pienso que este afán de numerar los años y los días y de hacer en torno a ellos celebraciones de todo tipo, no es más que un intento desesperado e ingenuo por controlar la voracidad del tiempo y la brutalidad con que nos consume, una brutalidad irremediable y a veces un poco tierna

de cualquier forma, me uno a la celebración del "año nuevo" recordando un sitio peculiar
una ciudad de la que tuve noticia hace algunos meses
un sitio al que no quisiera llegar nunca
pero al que aparentemente todos nos dirigimos también, sin remedio
se llama el país de las últimas cosas
y es descrito por un tal paul auster
o más bien por una tal anna blume
aunque antes había sido intuido por un tal nathaniel hawthorne:

no hace mucho tiempo, penetrando a través del
portal de los sueños, visité aquella región de la
tierra donde se encuentra la famosa Ciudad de
la Destrucción.
quién lo haya dicho es quizá lo de menos
porque en esta ciudad todo es lo último que habrá
y no hay nada que pueda darse por sentado

éstas son las últimas cosas [...]
desaparecen una a una y no vuelven nunca más [...]
cierras los ojos un momento, o te das la vuelta para
mirar otra cosa y aquella que tenías delante
desaparece de repente. nada perdura, ya ves,
ni siquiera los pensamientos en tu interior.

en este sitio uno debe estar alerta
no acostumbrarse a nada
no confiar en nadie
olvidar cada prejuicio y cada principio a cambio de la supervivencia

para quienes la lucha se vuelve imposible
pueden optar por el suicidio
para quienes no son capaces de atentar contra su propia vida
pueden recurrir a las "clínicas de eutanasia" y contratar a un agente que los mate el día menos esperado
o también entrenarse como corredores para la "carrera de la muerte": correr y correr hasta caer muertos

tal vez el mayor problema sea que la vida, tal como la conocíamos,
ha dejado de existir pero, aun así, nadie es capaz de asimilar
lo que ha sobrevenido en su lugar [...] ya no sabemos cómo reaccionar
ante los hechos más habituales y, como no sabemos cómo actuar,
tampoco nos sentimos capaces de pensar.

por eso, en este lugar han proliferado diversidad de sectas
que apuestan por la mejor actitud ante la vida que queda
están "los risueños", "los rastreros", "los asociacionistas libres", "los tamborileros", "los apocalípticos"
hay hambre y miseria
hay rumores que hablan de carnicerías humanas
del despojo de cadáveres
pero uno nunca sabe hasta a ciencia cierta qué es lo que sucede en estas calles

por un lado queremos sobrevivir, adaptarnos,
aceptar las cosas tal cual están; pero, por otro lado,
llegar a esto implica destruir todas aquellas cosas
que alguna vez nos hicieron sentir humanos.

y ese sentir sólo es posible ya ante la muerte
asumiéndola y apurando su llegada
o posponiéndola hasta donde sea posible

las cosas se van terminando una a una
van cambiando en una metamorfosis ajena a nosotros
en una transformación incomprensible
donde cada cosa perdida se vuelve un olvido más
y una "necesidad" menos
donde el estado de cosas nos invita/obliga a la traición, al asesinato, al olvido

a veces me parece que cada vez estamos más cerca de ese país de las últimas cosas
y
tal vez ésta sea la cuestión más interesante de todas:
saber qué ocurriría si no quedara nada y si, aun así, sobreviviéramos.

la pregunta queda
feliz año nuevo 2009


citas tomadas de "el país de las últimas cosas" de paul auster, anagrama, barcelona: 2005.