lunes, 27 de julio de 2009

mano del fuego: jardín del deseo (no. 37)

escribo sabiendo que hacerlo es una metáfora de amarte. que haciéndolo te convoco, eres aparición ritual, no sólo recuerdo. escribo en ti y contigo en la punta de la lengua.
escribo para desnudarme. escribo para disfrazarme. escribo para inventar un carnaval. escribo cantando.
escribo hasta cuando no escribo. y aún así busco, o sin buscar presencio, la aparición ritual de esa súbita existencia: la excepción que podemos o no llamar poesía.
escribo como amo, como te amo, como te escribo.
"La mano del fuego"
Alberto Ruy Sánchez
la escritura entonces sigue los rumbos sugeridos por el Jamsa: cinco rutas, cinco dedos: amuleto de historias que se ramifica y florece en múltiples direcciones pero que también conserva la unidad de una misma mano, de un mismo punto de partida.
la búsqueda y el deseo rigen el curso de cada historia, habitan en la memoria del tacto, en las manos y en la piel del amante, en la proximidad del fuego que encanta y quema, que destruye y perfecciona, que agita y que consume: lo mismo que el amor.
pulgar:
intención, voluntad, fuerza, destreza, sutileza,
dedo de las obsesiones, de la vitalidad obcecada.
el pulgar enciende el fuego y luego quiere saber
cómo dominarlo, es el dedo donde el fuego y
el amor se hacen uno. simboliza lo radicalmente
indecible, el vuelo sin regreso de los insectos
hacia la llama. Y dicen que con ese dedo,
en algunas vidas ardientes, todo comienza.

el recorrido por cada historia contada/murmurada/vivida/imaginada es una invitación a un jardín distinto, a un jardín otro en el que también nos reconocemos:

para ir de lo que somos a lo que no somos,
o más bien a lo que sí somos pero de otra manera,
porque también somos nuestros deseos,
nuestros espejismos, nuestros sueños.
lo que llevamos en el corazón nos ayuda a transformarnos.
ser es ser otra cosa, si estamos vivos.

Tarik el alfarero encendido en la consigna de hacer una pieza de barro con las cenizas de los dos amantes: barro y ceniza forjados con sus manos, fuego que fija y perfecciona, que puede hacer explotar si no se presentan las condiciones adecuadas
índice:
señalar, indicar, elegir, contar, probar,
tocar el fuego, el que recibe al pájaro que volaba,
el que hace cantar al coro, el que hace cosquillas...
dicen que es el dedo que conocerá primero el paraíso

Zaydún (Ignacio Labrador) el escritor-contadordehistorias, el amante en el perpetuo encuentro-desencuentro amoroso, el explorador de jardines-laberintos, sonámbulo obstinado

cordial:
simboliza la presencia, se le atribuyen cualidades
de búsqueda, el dedo de la música al frotarse
con el pulgar, en vínculo con Saturno se le relaciona
con un principio de concentración, fijación e inercia,
también es el dedo de la melancolía, la reflexión
y la duda... y de la memoria profunda:
re-cordar es volver a tocar con el corazón

Jassiba y las historias recreadas a través de las palabras de su abuela: jardines de hielo, jardines de espejismos, jardín de imposibles, jardín perverso, jardín sonámbulo: donde las flores modifican sus colores ("se ruborizan") ante la cercanía de cuerpos humanos.
los sueños son entonces el punto de encuentro con nuestros deseos, espacio-tiempo comunicante donde jardines distintos adquieren la exuberancia de lo indecible

si algo muy bueno te pasó en la vida,
siempre una parte de eso vendrá de nuevo
a tu cuerpo, aunque sea con el disfraz de un sueño.

también están las historias de los objetos, de las miradas, de los viajes, de los amuletos, de los tatuajes en la piel (con o sin tinta). las historias susurradas en una plaza pública como secretos a voces que en cada quien reviven con el color de una pasión distinta: la historia que se multiplica y vuelve, de uno a otro, cambiante y siempre la misma

anular:
el dedo de la importancia excesiva de las cosas:
del fetichismo. el dedo de la espiral, del amor
como un placer detenido en su multiplicidad,
dedo de la retención y la riqueza, que puede ser
fugaz, por lo tanto también de los vínculos
que se pierden: con las personas amadas
y hasta con los dioses.

la mano del fuego gira en espiral, encoge los dedos, los estira, los invita a la exploración, a estrujar el tiempo y permitir que el deseo habite en lo infinito de un momento, en la infancia y los primeros experimentos del tacto, en la adolescencia y las primeras impresiones del amor, en la vida de todos los días y la búsqueda perpetua del sonámbulo en todos los jardines posibles

meñique:
dedo jardinero, creador de paraísos, dedo
de lo extremo, de lo que está más allá
de lo visible, de lo que no se puede explicar,
de lo indecible:
de los misterios del amor y del fuego.
"la mano del fuego", entonces, como escritura del sueño del sonámbulo, del tentar-nos con la llama temblorosa; de escribir cantando el rumor de las historias de todos vertidas sutilmente en una plaza pública; de jugar a descifrar el jardín-laberinto-indescifrable del deseo
citas en cursivas: Ruy Sánchez, Alberto. La mano del fuego. México: Alfaguara, 2007.
imagen: "Hamsa" de Delphine Peller, 2006.